¿Cómo educar a varias hijas o hijos si todos son distintos?

Cada una de nuestras hijas e hijos son distintos y únicos, y muchas veces opuestos, con lo que la crianza se vuelve mucho más retadora.

La crianza es como una pirámide donde hay unas bases que deben ser iguales para todos. En las bases de la crianza están los valores, las creencias, la forma de manejar el poder y el control ( estilos parentales ). En la siguiente escala están nuestras características personales, como nuestras habilidades de comunicación, nuestro conocimiento del desarrollo infantil y adolescente, nuestra organización familiar, rutinas, horarios, etc. Y finalmente está el manejo que le damos a cada una de nuestras hijas e hijos en la práctica de crianza en particular.

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En el nivel 3 es donde hago variaciones según las edades de mis hijos, en cuanto a horarios, reglas, límites, etc. Es importante hablar en familia y explicar que cada uno tiene necesidades diferentes y por eso el mayor puede acostarse más tarde o tener celular, mientras que el menor tendrá que esperar unos años más. No hay que discutir mucho el tema, solo decirle que es una decisión basada en lo que más le conviene a cada uno para su desarrollo, que cuando sea el momento también podrá tener lo mismo. No hay por qué sentirse mal ni dar muchas explicaciones al respecto. Recuerde que usted es el adulto y el que sabe qué es lo más conveniente para cada una de sus hijas o hijos.

Las bases y nuestras características personales no tienen por qué variar con cada hija o hijo, pero el manejo que le damos en la práctica de crianza a cada uno sí necesita tener algunas adaptaciones porque cada persona tiene sus propias necesidades. En este sentido es donde se pone en juego la sensibilidad y estimulación de las madres, padres y cuidadores.

¿Por qué con una hija o hijo me funciona y con otro no?

Entendiendo que cada hija o hijo tiene unas necesidades diferentes, podemos concluir que nuestra práctica de crianza debe tener algunas variaciones, que no son variaciones en nuestros valores o principios, sino cambios en las formas cómo entendemos y estimulamos las diferentes necesidades de cada uno.

La sensibilidad nos dice lo que requiere cada una de nuestras niñas, niños y adolescentes para satisfacer sus necesidades de desarrollo integral y la estimulación nos marca las pautas de acción que debemos seguir. Por ejemplo, por rasgos temperamentales hay niñas, niños y adolescentes que son muy activos y necesitan comenzar el día con mucho movimiento, o hay niñas, niños y adolescentes que se demoran más para adaptarse y sentirse cómodos en nuevos ambientes, por lo que necesitan de otra persona que los acompañe para que adquieran seguridad y puedan desenvolverse con confianza.

Por otro lado están las diferencias de edad, pues cada etapa del desarrollo tiene sus necesidades, de tal forma que un adolescente necesita un espacio privado o una ampliación de límites, mientras que una niña o niño pequeño necesita más acompañamiento y supervisión.

La madre, padre o cuidador debe ser sensible a todas estas diferencias y darle a cada hija o hijo la estimulación que necesita, sin comparar y sin hacerlo sentir insuficiente por lo que es.

¿Cómo manejo las peleas entre hermanos?

Una de las quejas más comunes de las madres, padres y cuidadores es la pelea entre sus hijas e hijos. El conflicto hace parte de la vida comunitaria y es irreal pretender que no existan confrontaciones en los grupos de personas. Sin embargo, los conflictos familiares pueden convertirse en oportunidades de crecimiento y de desarrollo de nuevas habilidades para las hijas e hijos.

La actitud de las madres, padres y cuidadores frente a los conflictos familiares es básica para su resolución y aprovechamiento. Con un abordaje calmado, neutral y maduro del adulto, las peleas entre hermanos pueden llevar al desarrollo socioemocional y al aprendizaje de herramientas de negociación, trabajo en equipo y resolución de conflictos, que les permitirán a futuro enfrentar exitosamente diferentes situaciones de la vida social.

Gracias a la sensibilidad de los adultos y al conocimiento de cada una de sus hijas e hijos, las madres, padres y cuidadores podrán saber cómo intervenir en distintos momentos para lograr los mejores resultados, siempre con la mentalidad del desarrollo de habilidades para la vida.

En muchos casos, los adultos cuidadores debemos ignorar pequeñas confrontaciones y salirnos de la escena: marcharnos y no actuar, y esperar que las hermanas y hermanos puedan encontrar soluciones conjuntamente. El problema de interferir rápidamente y entrar a dirigir y solucionar los problemas entre hermanos es que muchas veces las madres, padres y cuidadores no sabemos lo que pasó al inicio, juzgamos y terminamos tomando partido por una de las hijas o hijos, con lo que los vamos poniendo en posición de víctimas o victimarios, etiquetando, siendo injustos y actuando a favor de una parte. Esto afecta negativamente la autoestima de cada uno, las relaciones familiares, promueve la competencia y la rivalidad entre ellas y ellos.

Cuando la situación ya se pone difícil y el problema aumenta en lugar de resolverse, los adultos podemos intervenir
siguiendo estos pasos:

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Identificar el problema sin tomar partido por una de las partes ni ser jueces.

Identificar el problema sin tomar partido por una de las partes ni ser jueces.

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Pedir la calma o invitar a tomarse un tiempo de calma.

Pedir la calma o invitar a tomarse un tiempo de calma. Si hay una confrontación física deben separarse y se le debe pedir a cada uno que encuentre un lugar para calmarse. También podemos preguntar: ¿están calmados para encontrar una solución al problema? Ninguna confrontación puede resolverse en estado alterado, por lo que el adulto debe permanecer calmado y, si es el caso, retirar el objeto en disputa mientras logran calmarse. Todos deben estar en el mismo barco, es decir, ninguno puede ver la tv o ninguno juega con el juguete hasta que no encuentren una solución conjunta.

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Pedirles que sean ellas o ellos quienes encuentren soluciones a sus problemas

A las hijas o hijos mayores podemos pedirles que sean ellas o ellos quienes encuentren soluciones a sus problemas con preguntas como: ¿cómo lo van a resolver? A los más pequeños podemos acompañarlos y ser mediadores, permitiendo que cada uno exprese lo que siente y atentos a qué soluciones proponen. Cuando encuentren una solución conjunta, se les puede proponer que la ensayen y hacemos seguimiento. Son ellas y ellos quienes deben proponer las soluciones a sus problemas (no los adultos).

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Enseñarles a resolver sus problemas

Cuando ya la disputa haya pasado, cuando lo consideremos pertinente y haya disposición, podemos aprovechar estas situaciones para enseñarles a todos estrategias de negociación, resolución de problemas y reparación de los errores (reconocer, responsabilizarse, reconciliarse y resolver). Estas estrategias permiten que las niñas, niños y adolescentes expongan sus dificultades, sus puntos de vista y sus deseos, sin culpar (por ejemplo: “yo me siento_____ cuando_____ y me gustaría____”, en lugar de “tu me haces sentir____ y tienes que____”). En el caso de gran desigualdad podemos empoderar a alguno para que exprese lo que siente y que le pida al otro que se detenga, sin humillar al más fuerte, ni tomar partido: “dile a tu hermano lo que sientes y lo que te gustaría”.

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Para intervenir situaciones conflictivas entre hermanos también podemos revisar diferentes estrategias de disciplina positiva

¿Qué estrategias debo implementar para que mi hija o hijo apoye a su hermana o hermano con discapacidad o que tiene una enfermedad a partir de una crianza positiva?

La atención que requiere un miembro de la familia con discapacidad o con una enfermedad no es fácil de entender para las niñas y los niños, lo que puede llevar a conductas inadecuadas de manera consciente o inconsciente, buscando que su madre, padre o cuidador, le dedique el tiempo que le brindan a su hermana o hermano. Es conveniente hablar de la situación de manera sincera, darle mucho reconocimiento personal y pedir ayuda externa para asignar tiempos especiales a la niña o niño con discapacidad o que está enfermo y requiere de cuidados especiales. Si su hija o hijo se siente importante y reconocido por los adultos, es mucho más probable que colabore sin sentirse excluido ni obligado.